El GEA sigue en la esquina del ring y no encuentra la salida

Tras el esfuerzo de los Gilinski para comprar acciones suficientes y controlar las empresas del
GEA, se expresa la superabundancia de capital de riesgo en el mundo y la precariedad de la
economía colombiana. Mientras hay 450 billones de dólares en efectivo de capital de riesgo
disponibles para financiar startups o invertir en compra de industrias (The Economist,
noviembre 26) en Colombia una operación de apenas 3 mil millones de dólares amenaza con
desintegrar al principal grupo económico del país y alterar el balance de poder interno.
Los ejecutivos y accionista del GEA tratan de minimizar el poder de los Gilinski, queriendo
desconocer que están asociados a capitales gigantescos, que tienen acceso a ellos, y que desde
hace más de veinte años se mueven en las intrincadas redes del mercado financiero
internacional con bastante éxito. Este es un error de partida, porque como en toda crisis si se
quiere salir airoso lo primero es hacer un diagnóstico acertado de la situación que los amenaza
a partir de información cierta y no de suposiciones parroquiales.
El GEA necesita desactivar las OPAs por supuesto si quiere sobrevivir. Sin embargo la evidente
sorpresa, la improvisación en las respuestas y la falta de estrategia defensiva que han exhibido
sus voceros, hace evidente que no contemplaron un escenario de crisis como el que planteó
Gilinski. No parece que estuvieran preparados para neutralizar una operación de esas
dimensiones. Mientras que en las grandes empresas globales se saben rodeados de capitales
leones listos a lanzar el ataque para tomarse una buena (em)presa, aquí parece que los
antioqueños se durmieron en el bosque mientras los leones estudiaban con paciencia sus
movimientos, preparando el zarpazo.
En el mundo global el riesgo que plantea el exceso de capital de riesgo disponible hace que las
empresas que generan valor elaboren sofisticadas estrategias para evitar las tomas hostiles. O
aprovechan la situación para provocar uniones, fusiones, ventas parciales que permitan
crecimientos con los capitales de riesgo como combustible. Es otra manera de encajar en la
tendencia global de alta concentración empresarial para aumentar las eficiencias y las
utilidades. En vez de encerrarse para protegerse en unos mercados que puede manipular,
buscan cómo integrarse a la despiadada economía financiera.
A las Juntas Directivas les corresponde contemplar esos planes, tanto las posibilidades de
crecer como la forma de protegerse ante una toma hostil. Es un ingrediente que mejoraría las
posibilidades de éxito de los antioqueños. Pero parece que nunca pensaron que a alguien le
interesaría comprarlos. No se dieron cuenta que el mecanismo del enroque era obsoleto frente
a los excedentes de capital en el mundo y que su enorme poder local es ínfimo al lado del poder
del capital financiero global.
Por supuesto los Gilinski estudiaron la toma al detalle hasta que encontraron la forma de
penetrar las murallas medievales del GEA sin necesidad de derribarlas. Lo primero, era
descubrir donde había una buena oportunidad, calcular la rentabilidad sobre las ventas,

descubrir sus ineficiencias y elaborar el plan para desbaratar el enroque. Confirmar que con el
control se puede aumentar la eficiencia y rentabilidad de las empresas adquiridas para justificar
la inversión, su reventa o una fusión era fundamental y sin duda las cifras lo permiten aun
pagando una prima elevada a los accionistas.
Ahora, como no se trata de un grupo industrial sino en esencia de un grupo familiar de negocios
financieros, es probable que parte de la estrategia de los Gilinski consista en vender empresas
como Nutresa o Sura a multinacionales globales, o fusionarlas, porque con ellas se generarían
sinergias que capturan valor. En este caso Gilinski estaría haciendo lo que más sabe, negocios
financieros, y si es exitoso en las OPAs puede dar el siguiente paso con muy buenas utilidades.
Es algo similar al modelo de compra que usó AB Inbev para adquirir SAB Miller y crear la mayor
cervecera del mundo, un negocio de 100 billones de dólares.
Los accionistas y las juntas de las empresas del GEA podrían asesorarse de los asesores de la
familia Santo Domingo. Julio Mario Santo Domingo se conectó desde muy temprano a las redes
de la economía global, al igual que su hijo Alejandro, y entienden muy bien cuales son los
negocios de esta época. Al vender Bavaria conservaron una importante participación en SAB
Miller y valorizaron su capital. Luego repitieron el modelo y transfirieron sus acciones a la nueva
gran AB Inbev y basta ver la valoración de sus acciones en la mayor cercera del planeta para
entender la inteligencia del movimiento. No se trata -como algunos creen- de codearse o de
pasear con las celebrities internacionales sino de conocer, entender y saber como integrarse a
los negocios globales. Esta tarea la dejó el GEA en el cajón de los olvidos.
Por esa razón la defensa del GEA parece o es ingenua. Puede que su intención sea esa. Pedir a
las agencias del estado que revisen la conveniencia e intención de la operación, que analicen las
implicaciones para el mercado y tratar de tumbarla con forzadas acciones legales o presiones
políticas ayuda poco en estos escenarios. Por supuesto cuando se trata de tomas hostiles que
generarían monopolios o control dominante de un mercado, o cuando se generan riesgos para
la seguridad nacional, los estados intervienen y frenan esas operaciones. Pero no es este el
caso, el gobierno no puede intervenir simplemente para proteger a un grupo porque le guste
mas que el que pretende la toma. Tampoco cambia el panorama que el GEA exhiba su pasado
como agentes de desarrollo social y económico destacando su indudable rol en Antioquia y en
la cultura de la antioqueñidad. A los capitalistas globales estos temas no los conmueven.

Ramón Jimeno

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