Las FARC por Bogotá: castigo y cambio
Semana
Las próximas elecciones en Bogotá contarán con la participación de las Farc. Como en la capital se expresa un electorado que vota según su estado de opinión, es probable que los ex guerrilleros logren una fracción considerable de electores protesta, de los que piensan poco en la opción de poder y en las propuestas. Son los que regañan al establecimiento político. Es el posicionamiento ideal de las Farc para obtener una votación que justifique su guerra y su acuerdo de paz ante el electorado.
Podemos, en España, conformado con el antiguo comunismo, encausa la indignación contra el PSOE y el PP. En Estados Unidos, Trump irrumpe en la batalla movilizando a punta de irreverencias y sandeces a los conservadores que ahora detestan a la burocracia de su partido. El rechazo al clientelismo, la corrupción y la ineficiencia de los gobernantes; el castigo a priorizar la defensa de los grandes intereses económicos y dejar para el final las soluciones a los problemas populares, es la oportunidad de las Farc, alejándose de los movimientos y partidos corresponsables del desastre de Bogotá.
El escenario ideal de las Farc es posicionarse como líder del anticlientelismo y la anti corrupción, como promotores de un orden social más equilibrado y como potenciales administradores eficientes, para lo que requieren sumar talento independiente. El marco perceptual que deben construir y trabajar los ex guerrilleros requiere apropiarse de la capacidad de ser la expresión del castigo, a la vieja política, el símbolo capaz de golpear al clientelismo-contratismo. Para lograrlo, debieran evitar a los viejos partidos de la vieja izquierda. La alianza con sectores del Polo o de los Verdes, solo los desdibujaría. El único grupo que les suma es el Partido Comunista, que ha sido consistente, digno, organizado.
La oportunidad de las Farc en Bogotá, implica recoger el perenne descontento urbano, y superar a la vieja izquierda, hiperdividida y cada día mas anacrónica y reaccionaria. No hay cambio ni modernización a la que deje de oponerse y no hay revancha a la que no se apunte. La nefasta herencia de Petro en Bogotá, con su remarcable ineptitud y arrogancia que tanto daño le hizo a la ciudadanía, solo se borrará con el tiempo, como ocurre con su colega y socio Samuel Moreno. Las Farc necesitan distanciarse al máximo de estos dos desastres para convertirse en una opción. Su peor escenario es convertirse en socorristas de la gauche fracasada. Es fácil entenderlo: 60 años de lucha armada pierden sentido si aterrizan en la izquierda que durante los mismos 60 años contó mas muertos que votos, y que cuando pudo gobernar la ciudad mas importante y rica del país fracasó.
En los años 80, cuando las Farc fueron a elecciones, lo hicieron solos. Es su mejor escenario. Sus candidatos eran respetables líderes sociales de las toldas comunistas y guerrilleros en licencia política. Irradiaban respeto, aunque la mayoría del país y de los bogotanos estuviera lejos de su ideología. Les fue bien en las elecciones (5%) hasta cuando la extrema derecha lanzó la campaña para exterminarlos. Repetir una votación relevante exige conectarse con el electorado urbano descontento por el lado de la emociones.
El mejor escenario de las Farc es reconstruir con autonomía su personalidad política. Al guerrillero se le reconoce el valor de jugarse la vida por un cambio. Este valor, al proyectarlo en el electorado urbano, puede abrir un espacio importante. Claro, las Farc debe superar el estigma de narcoterrotistas que la extrema les inyectó por ojos y voces a los televidentes y radioescuchas durante los años del uribismo. Pero a sus dirigentes les bastará con hablar, hacerse conocer, mostrar que les gusta el futbol, los tamales, las hamburguesas del Corral, Netflix, que usan Uber y Tappsi, que tienen amores y desamores y que también lloran sus errores, para construirse como opción de protesta. La suma que pueden hacer, no es por el lado de los partidos ni de las aspiraciones individualistas de líderes regionales, sino sumando el talento independiente y despolitizado que existe en Bogotá dispuesto a prestar su voto y su mente para producir un relevo de gobernantes.
Ramón Jimeno