Colombia: Whose country is this, anyway?

Revista NACLA, vol XVII número 3

No tan extraños compañeros

«Hablar de Colombia como un poder responsable con el cual se deben tener relaciones, es absolutamente absurdo. Sería como tratar con un grupo de sicilianos o bandoleros de Calabrese». Presidente Theodore Roosevelt.

Ochenta años después, Ronald Reagan podría haber tenido pensamientos similares mientras escuchaba en Bogotá a Belisario Betancur, el presidente colombiano, presentando sus políticas: «Cada niño latinoamericano nace debiendo U$300, mientras cada minuto este mundo loco gasta U$1 millón en las armas mortales».

La aparición pública de Reagan durante esa escala en Colombia en diciembre de 1982 – una ceremonia ante la estatua de Simón Bolívar- duró aproximadamente 10 segundos. El Presidente pasó de un helicóptero a una limosina blindada, fue conducido a 100 pies de la estatua, dejó caer sus flores a los pies de El Libertador y se devolvió a su automóvil, dejado a una cuadra, burlándose de los espectadores quienes lo chiflaron.

Lo aberrante de la situación no está en las chispas de hostilidad entre Colombia y estos dos «Big Sticks» presidentes, sino que en los años 80 Colombia ha sido el aliado más consistente de Estados Unidos, no sólo en el hemisferio, sino el mundo. Cada país en América Latina y el Caribe se ha esforzado en mantener en alto su propio concepto de nacionalismo, y Colombia no es ninguna excepción. Pero por su declaración de guerra contra Alemania en 1942, su petición para echar fuera a la Cuba revolucionaria de la Organización de Estados Americanos en 1962, su apoyo a la posición de Estados Unidos en la guerra de las Malvinas/Falklands en 1982, es claro que Colombia se ha acomodado a las políticas americanas.

Surgen entonces, dos grandes preguntas: ¿Por qué los gobiernos colombianos han tenido las buenas relaciones tan cuidadosamente cultivadas con su vecino norteño? ¿Y por qué esto parece estar cambiando con el presidente Betancur? ¿Sus palabras al susceptible Sr. Reagan eran una señal de una nueva dirección en las políticas extranjeras colombianas, o una manipulación de un populista, el líder conservador?

Las respuestas a estas preguntas están profundamente arraigadas en la historia colombiana y su realidad política y económica. Para quien la desconoce, esta realidad puede parecer confusa, extraña. Es el producto de un país cuyas cinco regiones geográficas se desarrollaron aparentemente de manera autónoma; de un despectivo gobierno nacional; de un periodo de tiempo trágico y conocido simplemente como La Violencia cuando alrededor de 200.000 personas murieron; de un acuerdo político, el Frente Nacional, que fue una especie de dictadura de dos partidos; de una economía que, según todas las estimaciones, genera muchos más réditos hoy a través de las ventas de droga ilegales que a través de la exportación de sus artículos más tradicionales; de un país que ha soportado un oficial «Estado de sitio» durante casi los últimos 34 años, y que aparece en los medios de comunicación americanos y para las administraciones americanas como «la democracia hispanohablante más vieja y más grande de América Latina»…

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