El juego de las estrategias electorales: ¿Qué tanto es ilusión y realidad en el surgimiento de Antanas Mockus?

Sin duda alguna, la alianza de Fajardo y Mockus generó una dinámica positiva ante la opinión, que hizo subir al segundo en las encuestas. Sin embargo, el monto de la “trepadita” difiere mucho en las dos mediciones que se conocieron, no tanto sobre Mockus sino sobre el líder -Santos- y sobre Sanín. Estas diferencias generan varios interrogantes que, al responderlos, muestran los movimientos tras bambalinas que se están produciendo.

En la encuesta Datexco, Santos figura con 29 puntos y Mockus con 25, solo 4 puntos de diferencia. Pero lo más importante es que Sanín desciende a 16 en la misma medición. En cambio, en la del Centro Nacional de Consultoría, con una larga trayectoria de aciertos, Santos sube a 37, Mockus a 22 y Sanín baja a 20, es decir, empate técnico entre estos dos. Los que suben son dos: Santos y Mockus.

La última encuesta es “lógica”, mientras que la primera es sorpresiva. Aunque en política electoral las matemáticas y la lógica funcionan poco, hay aspectos que se pueden explicar. Por ejemplo, para entender las diferencias en las mediciones, no siempre es necesario discutir con las casas encuestadoras o cuestionar sus fichas técnicas. Sirve más revisar las estrategias de las campañas para crear intenciones de voto.

La campaña con una estrategia muy clara y coherente es la de Juan Manuel Santos. Para el líder de La U, quien le impide ganar en 1a vuelta es Sanín con sus 20 puntos, y su contendor más peligroso en 2a vuelta también sería Sanín, como lo confirman las encuestas, en especial la de Invamer-Gallup. La razón es que Sanín le quita a Santos electorado uribista, provenga del partido conservador, de Arias, o del electorado sin partido de tendencia conservadora, como lo es la mayoría del electorado colombiano.

A Santos, ubicado en la derecha, le queda difícil pescar votos en el centro y en la izquierda. Por eso, Vargas Lleras disminuye, al estar a la derecha de Santos. A Sanín, ubicada en el centro-derecha, le queda más fácil pescar votos en el centro y la izquierda, al tiempo que le quita votos a Santos en el nicho uribista. Por esta razón, le dificulta a Santos ganar en 1a vuelta. Cerca de la mitad de los 20 o los 16 puntos de Sanín -que son los uribistas con ella- se irían para Santos si la excanciller se desvanece, llevando al exministro de Defensa a unos 45 puntos, muy cerca de la anhelada victoria en primera. Es Sanín y no Mockus el escollo.

Por eso, con claridad, un objetivo de la campaña Santos es debilitar a Sanín y lograr que el segundo en discordia sea Mockus, pues supone que lo derrotaría con mayor facilidad. Así es como echó la mano: acabar a Sanín y nombrar a Mockus contendor. Es lógico y válido este juego, y es parte de la política, en donde el candidato además de luchar por posicionarse, busca “desposicionar” a sus más peligrosos adversarios y reposicionar a los más débiles. ¿Cómo se hace esta jugada?

Una manera es con encuestas “oportunas”, que se complementan con la correcta divulgación en los medios afines: Antanas desplazó a Sanín. Los titulares y análisis de medios cercanos a Santos lo confirman: “Nuevo Opinómetro de Datexco revela

que Santos y Mockus disputarían la segunda vuelta” (El Tiempo). Semana dice sencillamente que “hay una nueva realidad política: la mancorna Mockus-Fajardo”.

Ahora, sin duda es Sanín la propia responsable de su “desposicionamiento”, que aún no es tan grave pero tiende a serlo. La ayuda también con éxito la campaña de Santos, al dificultar la unidad conservadora, atrayendo importantes cuadros parlamentarios a sus filas y a algunas viejas figuras que simbolicen la falta de cohesión alrededor de la exembajadora. Otra forma es estimulando el alejamiento de Arias y de su equipo que, a cuentagotas, adhiere a Santos, restándole votos y sobre todo viabilidad a su candidatura.

Pero el más importante escollo que le han puesto a Sanín es lograr que el voto independiente o de opinión crea que no es viable y que Mockus sí lo es. Este es un gran acierto de la campaña Santos, porque los votos de opinión son “oportunistas”, se pegan adonde se sienten ganadores o útiles, y se desprenden de los candidatos que hacen agua. Crear la percepción de que Sanín se acabó, ayuda mucho en este propósito y Santos lo está logrando.

Ahora, el efecto colateral en la campaña Mockus es a su vez importante y parte de la misma estrategia, porque ni Santos ni nadie ayudaría a subir a un candidato que no pueda derrotar después. La seguridad del santismo al impulsar a Mockus radica en sus antecedentes. La organización -la estructura- de los dos matemáticos es precaria, a pesar de la larga trayectoria de Mockus en el mundo electoral -17 años- con grandes triunfos y derrotas. Al igual que la de Fajardo, con menos experiencia.

Una campaña presidencial sin una organización eficiente, sin un equipo gerencial experimentado y de primer nivel, sin recursos económicos para mantener el diálogo mediático de una elección que se define en 45 días, tiene grandes dificultades para ganar. A lo anterior se debe sumar el impacto del “crecimiento súbito y desaforado” porque al no tener cómo responder adecuadamente a las expectativas del electorado, se corre el riesgo de generar un desencanto tan rápido como el que lo hizo subir en las encuestas.

Al igual que ocurre con los productos novedosos cuando el exceso de publicidad provoca una avalancha imprevista de clientes que desborda el nivel de respuesta de la empresa, la frustración del seguidor mockusiano puede ser irreparable. Como Mockus rechaza la mayoría de las herramientas modernas de las campañas, el riesgo de una pobre respuesta es alto: una agenda de viajes y visitas sin foco en sus nichos, la falta de preparación en las presentaciones, la diversidad de mensajes, la incapacidad para recoger a los miles de voluntarios que se le aproximan, el no llegar a las audiencias que lo convocan, la falta de un equipo gerencial con experiencia para tomar decisiones veloces y acertadas, o el desprecio por los recursos económicos para el debate publicitario, suman demasiadas falencias. Sobre todo para ganarle a un contendor que hace 30 años está preparándose para esta batalla con todos los recursos posibles.

El esfuerzo de Santos por poner a Mockus como su contendor parece exitoso y lo confirma el acuerdo que logró con los medios afines, que son casi todos. En cambio, el reto para Mockus es aplicar sus propios principios: no creer en el atajo electoral. Creer que va a ganar sin cumplir con las reglas del juego, sería creer en el atajo. Sería volver a creer que subió en las encuestas únicamente por su magia mediática o por la genialidad de su obvia alianza con Fajardo. O tragarse entero comparaciones tan distantes como las que pretenden hacer con la campaña de Obama o la de Uribe.

Si en algo se caracterizó el demócrata de la Casa Blanca, fue en su capacidad organizativa y en la alta eficiencia de su equipo hasta para recaudar cientos de millones de dólares en pequeñas donaciones o para llegarle a millones de electores con mensajes precisos y directos usando los nuevos y los antiguos medios, para convertirlos en votos reales. Obama sólo renunció a la financiación de su campaña con recursos oficiales, cuando estuvo seguro de que recogería más dinero a través de su nuevo mecanismo, como en efecto ocurrió. Mockus renuncia a la financiación oficial para quedarse sin recursos. Es un boxeador que va al combate final amarrándose una mano, confiando en que su inteligencia es superior a la del contrincante.

Lo mismo ocurre con Twitter o Facebook, donde estar no es lo que genera adeptos. La clave es tener cerebros atrás para administrar estas herramientas como corresponde. Las campañas exigen enormes recursos, pero los Verdes, además de renunciar a la ayuda oficial, también tienen reticencias enormes para recibir donaciones de empresarios y ricachones, que en cambio sí aceptan sus contendores, sencillamente porque forman parte de las reglas de juego. Es inteligente Santos cuando logra posicionar al peor administrador de una campaña, como su principal contendor.

La comparación con Uribe es más distante aún. Uribe era un político tradicional, con una trayectoria importante en el Congreso, en la Gobernación de Antioquia y sobre todo en la lucha contra las Farc, que se convirtió en el motivo único de la decisión de los electores en 2002. Uribe estaba parado sólidamente en la esquina que el electorado buscaba, y no requirió de mayores esfuerzos para posicionarse como el mejor luchador contra la guerrilla. Sin embargo, recurrió a todos los apoyos políticos posibles, a todas las adhesiones, sumó nombres y votos sin recato alguno, creó una dinámica y eficiente organización dirigida por un veterano como Fabio Echeverri, recogió sumas de dinero muy superiores a las que usó, al punto que su primera campaña le dejó excedentes, y además logró el apoyo de todos los cacaos del momento. Antanas hace todo lo contrario, casi con método, a excepción de sumar a Fajardo.

En síntesis, por supuesto que Mockus subió en las encuestas de una manera muy importante, a 22 puntos, que es más del doble de su anterior medición, en parte por lo que representa para el electorado de opinión. Pero lo interesante es entender cómo logró el resto de apoyo para esa “trepadita”, descifrar quién lo ayuda por detrás para llevarlo al segundo lugar, orquestando el eco mediático y destruyendo los apoyos que Sanín no había logrado destruir ella misma. Ayudaría bastante entender el mecanismo para que Mockus despliegue una estrategia que de verdad lo convierta en una amenaza para el candidato de la Casa de Nariño, de manera que el enano no sólo crezca, sino que se vuelva general.

Ramón Jimeno

Suscríbete para más noticias

Te puede interesar...

Abrir chat
💬 ¿Necesitas ayuda?
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?