El principio de la mafia. Los primitivos de la “rebeldía”

No todo arranca donde se piensa. La que se creía proveniente de Sicilia es, en realidad, de Toscana. Mafia alude a rebeldía y miseria, según quienes la han estudiado. En principio se erigió contra la corrupción. Después buscó alianzas con el fascismo. Luego, colaboró con los servicios secretos de Estados Unidos, su protector. Para los tiempos de hoy, una visión de sus orígenes.

Leonardo Sciascia hizo un largo seguimiento y estudio de la mafia en Sicilia, donde se originó como se le conoce ahora, en el siglo pasado. El resultado lo dejó en una serie de obras literarias y ensayos. En uno de éstos, recoge una explicación bastante aceptada entre los expertos sobre el tema, incluyendo a varios de los jueces que le han combatido, según la cual la mafia no sería “sino un sentimiento libertario, una actitud de orgullo, contra las afrentas de los poderosos y la debilidad de la ley y los poderes públicos”.

En un principio, parece idealista y justificadora una definición tan “rebelde” de los mafiosos. Pero Sciascia tiene la historia de la siciliana a su favor, incluso desde el origen del nombre. Al citar las primeras referencias al término mafia -que proviene no de Sicilia como se cree sino de la Toscana- brinda las primeras luces: viene de la palabra maffia, que significa miseria y del vocablo smaferi, que era la denominación para los agentes de policía. De la unión de las dos surgió el término mafioso.

La explicación de la unión no es complicada: “El mafioso posee la seguridad y la arrogancia de un policía, pero es a la vez un miserable porque es realmente una miseria considerarse un gran hombre en razón de la fuerza bruta -lo que expresa una gran brutalidad-, es decir, el hecho de ser una gran bestia”. Así está transcrito del diccionario de Traina, donde se encuentra la primera referencia al término, con fecha de 1868.

El escritor también cita al palermitano Giuseppe Pitre -habitante del cambio de siglo- quien complementa la definición de mafioso por contraste y precisa en su concepto, la diferencia que los mismos malandrines encuentran en aquéllos: “El mafioso es tan solo un hombre valiente y sólido, un hombre que no se deja engañar, y en ese sentido, el hecho de ser un mafioso es necesario e incluso indispensable”.

En últimas, los mejores estudiosos sicilianos, más que reconocer en la mafia a una asociación del crimen -para efectos de entenderla- la ven como una “hipertrofia del yo”. La mafia es la conciencia del propio ser, la concepción exagerada de la fuerza individual, árbitro único e inapelable de todo enfrentamiento, de todo conflicto de intereses o de ideas: de ahí su intolerancia frente a la superioridad, ni qué hablar de la soberbia, del otro.

“El mafioso quiere que lo respeten y respeta a su vez. Si lo ofenden, no acude a la ley, a la justicia, sino que se hace justicia por su propia mano; y si carece de fuerzas para ello, acude a otras personas que piensan como él”. En el análisis de Pitre, se considera que la “brutalidad y la arrogancia” no provienen del mafioso sino de los otros, o sea de los grupos contra los que se rebela.

Cuestión de propósitos

Sociólogos, como el inglés Erik J. Hobsbawm que suele visitar a Colombia no sólo en busca de bandidos para enriquecer su libro sobre el particular, también consideran que la mafia es “una forma primitiva de rebeldía”. Sciascia, por su parte, adopta una definición, que expresamente la separa de las mafias surgidas de las drogas: “Es una asociación de malhechores con fines de enriquecimiento ilícito de sus miembros, que se erige por medio de la violencia en intermediario parasitario entre la propiedad y el trabajo, entre la producción y el consumo, entre el ciudadano y el Estado”. La diferencia con otras, como la colombiana, es que se trata de una mafia productiva -produce y comercializa la droga- y no es una parasitaria que usurpa lo producido por otros.

El origen histórico de la mafia siciliana también es una referencia útil para el caso colombiano. En un texto escrito en 1833 por el procurador de Sicilia, don Pietro Ulloa, se encuentra una de las primeras alusiones. “No existe empleado en Sicilia que no se prosterne ante el menor gesto de un hombre autoritario y que no trate de obtener ventajas de su cargo. Esta corrupción general ha llevado al pueblo a recurrir a remedios tan extraños como peligrosos. En muchas localidades existen fraternidades, especies de sectas que se autodenominan partidos, cuyos miembros no afectan reuniones ni mantienen otro vínculo entre sí que su dependencia de un jefe, que en algunos lugares es un propietario terrateniente, en otros un arcipreste”.

Ulloa prosigue describiendo el modus operandi: “Una caja común proporciona los fondos, sea para hacer nombrar un funcionario, sea para corromperlo o protegerlo, sea para inculpar a un inocente. El pueblo se entiende con los culpables. Cuando se producen robos, aparecen mediadores que realizan transacciones para que aparezcan los objetos robados. Esta fraternidad goza de la protección invulnerable de muchos magistrados de alto rango”.

“Es imposible lograr que los agentes del orden vigilen las calles, ni obtener testigos de delitos cometidos en pleno día. En el centro de este estado de disolución existe una capital, con sus lujos y sus pretensiones feudales en pleno siglo XIX, una ciudad donde viven 40.000 propietarios, cuya subsistencia dependen del lujo y los caprichos de los poderosos. En ese ombligo de Sicilia se venden los cargos públicos, se corrompe la justicia, se fomenta la ignorancia”.

Aliados de los aliados

Pero la explicación político-económica también aporta elementos para entender nuestro caso sudamericano. Dice Sciascia que en Sicilia los prototipos de mafiosos surgieron de los bravi, los “esbirros al servicio de los intereses y los caprichos de los nobles». Y anota cómo en Lombardia cuando los austríacos desplazaron a los españoles, los bravi fueron “eliminados del cuerpo social gracias a las reformas sociales y a las transformaciones económicas y gracias sobre todo a la probidad de los funcionarios y el conjunto del aparato administrativo del Estado”.

En cambio, en Sicilia la historia fue diferente. La dominación española se prolongó “incluso después de su partida y ante la resistencia demostrada por las estructuras sociales del feudalismo (un feudalismo pleno de susceptibilidades, ávido de privilegios, pendenciero, anárquico), los elementos que en un principio estaban vinculados con la existencia de los bravi, se convirtieron con el tiempo en lo que hoy se conoce como «LaMafia”. Así pues, a la Madre Patria en vísperas de los 500 años de habernos descubierto, también le cabría su cuota larga para explicar la existencia de nuestros mafiosi.

En cuanto a la intervención en política, las inclinaciones son particulares. La mafia de Sicilia está asociada a las elecciones locales como el huevo a la clara. Al principio estaba sola pero con la aparición de la izquierda y los partidos socialistas luchó contra ellos, hasta el surgimiento del fascismo, del que desconfió por largos años. Luego trató de asociarse a Mussolini, pero éste la rechazó y la reprimió con fuerza. Acabó aliada de uno de los aliados: Estados Unidos.

Sicilia fue el punto clave para el desembarco de las tropas americanas en Italia. “Está comprobado que los servicios secretos del ejército norteamericano habían establecido contactos y recibido informes antes del desembarco, por intermedio de los mafiosis sicilianos residentes en Estados Unidos. En particular, está probada la relación con Lucy Luciano -Salvatore Lucania, su verdadero nombre- (nació en Agrigento) quien creó las redes de colaboración entre los servicios secretos americanos y la mafia. Luciano estaba preso en la guerra, pero como contraprestación por sus servicios fue dejado en libertad y pasó sus últimos días en Italia, “como ciudadano respetado y de excelente posición económica”.

Menos conocido es el caso de Vito Genovese, personificado como Vito Corleone, en la película El Padrino. Genovese fue detenido en Europa por un acucioso oficial que cumplió las órdenes de captura que tenía el capo. Pero se encontró con las cartas de referencia que presentó, firmadas por los más altos oficiales del ejército norteamericano: “Un hombre profundamente honrado, digno de confianza, leal, toda una garantía para el servicio”. Circuló libre por el mundo a pesar de las órdenes de captura que pesaban contra él, bajo la protección americana.

Las obras de Leonardo Sciascia son recomendables para todo colombiano medio, como uno de los grandes escritores y ensayistas sobre La Mafia. Entre sus trabajos se encuentra la novela Le Contexte, una alegoría que explica la “sicilianización” de la política italiana. Fue adaptada al cine por Franceso Rosi bajo el nombre Cadavres Exquis en 1976. En español se encuentra El mar de color de vino (Bruguera, 1980), una antología de cuentos que incluye Philologie (Filología) que es la conversación entre un jefe mafioso y sus secuaces. También es recomendable lectura para los tiempos que vienen, el libro del periodista norteamericano Ed Reid, La mafia.

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