El salvador. ¿Victoria o paz?

En El Salvador, la euforia por los acuerdos para terminar la guerra civil no se produjo. Más bien, se asumió como otro trago amargo de la guerra. En ambos bandos. Ninguna de las partes esperaba que después de una década con 80000 bajas humanas se llegara a un compromiso para trasladar las diferencias políticas de la confrontación armada, al de los enfrentamientos verbales, electorales, racionales, burocráticos, presupuestales.

Los militantes de la coalición con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y de la coalición derechista con la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), están frustrados. Se gana la paz, sí, pero se perdió la victoria. Ahora, deben convivir negociando sus instituciones. ¿Para qué sirvió la guerra entonces, si no habrá de ganarse ni perderse? ¿Para qué el éxodo y desplazamiento de uno de los cinco millones de salvadoreños?

En las filas del Farabundo, el desánimo parece muy sentido. La figura del comandante Villalobos entra en un proceso de desdibujamiento similar a la que carcomió a Navarro. El peso del oportunismo los desbordó y en vez de reconocer la derrota de no poder llegar a la victoria, quieren venderles a sus militantes, a los silenciosos, la ilusión del triunfo bajo el slogan de la paz. En paz estaban antes de la guerra. Y en paz descansan quienes murieron para la victoria.

En las filas de Arena, la sensación es peor, de impotencia. Como cuando las marionetas reposan inermes sin las manos y las voces ocultas que les dan genio, figura y vida durante la función: desgarbadas, silenciosas, inútiles, donde su dueño las coloque. El presidente Alfredo Cristiani no puede pasar el trago amargo. Washington ordenó la paz porque la victoria en El Salvador dejó de ser de interés para sus intereses. Debe ser tan frustrante como perder la guerra, el que la decisión de abandonar la lucha sea impuesta desde afuera.

La única amenaza que acecha a los ahora desprotegidos de Washington es la de compartir el poder, negociar las políticas y reformar la Fuerza Pública para que sea pública y no privada. Para que sea garante de protección y de seguridad de todos los ciudadanos y no para la de un grupo contra otro. Es decir, les toca estructurar las fuerzas de seguridad para las necesidades de la paz y no para las de la victoria. Dura derrota.

En El Salvador, los escépticos de las guerras fueron los únicos que triunfaron. La mayoría celebrará en Miami. Confirmaron que era una guerra inútil porque no se pudo demostrar lo contrario. Ahora vuelven con su capital a cosechar sobre el antiguo campo de batalla.

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