Estado de la sucesión presidencial
El candidato Santos reorganizó su campaña con resultado positivo. Santos logró captar la atención de los medios masivos y colocarse en el voz a voz, por encima de su único contendor, Mockus.
El impacto Rendón. Si bien la incorporación del consultor Rendón, con prácticas muy cuestionadas, desencadenó la salida de algunos miembros del staff Santos, generó la polémica necesaria para atraer a los medios y quitarle los focos a Mockus. Resultado: Santos quebró el momentum Mockus en los medios.
La publicidad. La nueva publicidad Santos busca aumentar el endoso de votos del Presidente Uribe. Santos tiene entre el 40 y el 50% del uribismo. Hay mucho espacio para aumentar. Mockus y Fajardo se esforzaron en ser una variante del uribismo, disputándole votos a Santos. La respuesta de Santos es buscar la bendición del Santísimo que aclara al elector. Como Uribe nunca protestará porque falseen su voz, Santos is the man.
La ventaja se acaba. En la última encuesta -La Gran Encuesta de Ipsos-mayo 6-, Santos vuelve a 35%, un punto por encima de Mockus. En 2a vuelta, sigue con una desventaja de 7 puntos, pero tiene tiempo para remontar las diferencias, ya que la curva de Antanas cambió de sentido.
El tope Mockus. El 38% de intención de voto es una cifra muy significativa. Mantenerla era un reto, porque se trata de un movimiento emocional, que carece de estructura social y de organización nacional. Es una fuerza que surge de manera esporádica, por lo tanto es inestable, y se basa en las poblaciones urbanas desligadas de partidos y movimientos políticos. Como su dinámica desconoce los códigos de las maquinarias electoreras, el reto era convocar a la ciudadanía sin representación política -a través de los medios masivos clásicos y digitales. Por eso, equivocarse es…
Mockus y la autodestrucción. La forma como Mockus se enfrenta a los medios es desacertada. El electorado urbano apolítico tiene grandes expectativas en él. Por esta razón, sus apariciones en los medios debían ser estudiadas, frías, calculadas, para llevar el mensaje que motive a sus potenciales electores. Como no tiene organización, ni tradición, los medios son la única vía para llegar a sus electores. La espontaneidad o ingenuidad de sus declaraciones, que generan inmediatas rectificaciones y aclaraciones, hacen dudar de él y de su capacidad.
El piso. Lo más probable es que empiece el “desinfle” de la ola verde. Las preguntas son: a qué ritmo caerá, hasta dónde va a bajar, y cuál será su piso. Debería ser del orden de 15-20% del electorado, que es la suma de los electores avanzados de las capitales. ¿Logrará reorganizarse para sumar en la segunda mano?
Las desalianzas. El rechazo de Mockus a su amigo Petro, o al Polo, resta más de lo que dicen las matemáticas. Al igual que Mockus + Fajardo sumaron más del 8% y el 2% de ellos, una sumatoria con el Polo pudo dinamizar la ola del cambio. El purismo es un mensaje equivocado en una sociedad diversa, pluralista. El purismo aleja, refleja intolerancia, incapacidad de entender y o de conciliar con los distintos. Es un mensaje contrario al que esperan las capas urbanas que se entusiasmaron con Mockus. Como no hay muchas opciones ¿hacia dónde irán los votos de Petro? ¿Hacia Santos o a la abstención? En ningún caso gana Mockus con su espontánea decisión.
La intención de votar. Napoleón Franco -Ipsos- explicó con claridad la diferencia entre la intención de votar y el acto de votar, en una entrevista en El Espectador. La intención de voto en todas las encuestas está inflada, porque en el sofá de la casa es fácil declararse furiosamente tal. Entre el 66 y el 76% de los electores expresan su intención de ir a las urnas.
El censo electoral aún no puede descartar a los varios millones de colombianos cedulados que viven en el exterior y a los fallecidos en los últimos años, que entre los dos son alrededor de 4 millones. El potencial real es de 26 millones. Es decir, que una alta votación sería de 18 millones (70%) una cifra bastante alta y poco factible. Hay que buscar explicaciones.
La Colombia urbana, desligada del sistema de representación de maquinarias electorales, quiere votar para reducir el poder de estos terratenientes electorales. Sin embargo, la “intención” se enfrenta a la realidad de la acción de votar. Una cosa es que a uno le guste un producto y otra salir a comprarlo.
La “inflación” electoral es la diferencia entre el deseo y el acto. Quien más pierde en esta ecuación es Mockus, pues el electorado que menos gusta de votar es el que más lo apoya. Jóvenes, por ejemplo. O ciudadanos modernos, conectados al resto del globo de manera virtual, alejados de la terrenal política electoral, y con repulsión al acto que lo sublima: ir a votar.
Votar, para los ciudadanos que quisieran hacerlo por Mockus como símbolo de cambio, es una penitencia. Desconectarse de los medios y de la propia imaginación, de la virtualidad, para salir al mundo real, requiere cojones. ¿Cuánto me gasto para ir y volver? ¿Dónde queda esa mierda? ¿Qué tengo que hacer? Llegar al puesto, abstenerse de exhibir preferencias pero enfrentar a los activistas profesionales camuflados que los abordan a baja voz y les pasan una tarjeta similar a la de los burdeles, superar los controles y requisas policiales, ser centro de decenas de miradas escrutadoras que intentan descifrar la intención de voto, buscar y encontrar la mesa, entregar la cédula, recibir el tarjetón, ir a la urna, depositar el voto…
¿Y de la Organización, qué? Si ese ciudadano con intención de votar no encuentra respaldo emocional ni organizacional para el acto de votar, el riesgo de que suspenda su intención en cualquier etapa del proceso, es muy alto. Santos tiene una base firme de respaldo con estructuras partidistas, organización, recursos y beneficiarios de gobierno organizados. Ninguno de sus seguidores -o de los de Uribe- se va a asustar, porque de su voto se deriva la defensa de sus intereses.
Conclusión: La campaña de Santos logró romper el momentum de Mockus, y tiende a ganar en 2a vuelta.