La tarea de gobernar lo ingobernable
Pocas dudas quedan sobre la crisis de la democracia occidental. No tanto por los dos finalistas colombianos llamados a salvar la patria tanto de Duque como del uribismo, sino porque a Putin le pareció oportuno anunciar el fin del dominio de occidente y su decadente sistema. Si Estados Unidos invadió Irak y Afganistán a los ojos del mundo, porque Putin no puede hacer lo mismo en su patio trasero. Esa es la base de su filosofía política que justifica la toma de riquezas y rutas de Ucrania: recuperar el antiguo imperio para la corte del nuevo zar y orgullo de su pueblo. La historia para atrás, ahora que los gringos no mandan ni en su casa. Creen que el modelo liderado por los sobrevivientes de la KGB que conforman el círculo de pensamiento de Putin es suficiente para reorientar el mundo en alianza con China. En África y América Latina el fracaso económico del modelo llevó a las izquierdas y los populismos al poder en busca de un modelo que aún no se vislumbra.
Europa y Estados Unidos por supuesto reaccionaron al ataque pero saben que cualquier paso mal proyectado compromete más su estabilidad. Entonces, liderados por el experto en sanciones, bloqueos y aislamientos, aplicaron el protocolo usual de intimidación. No
comprarán más petróleo, no venderán más comida, no proveerán más tecnología, incautarán yates, pent-houses, equipos de fútbol a los corruptos millonarios socios del invasor. Tampoco les darán visas para visitar la estatua de la libertad. Chinos y rusos se miran despreocupados mientras los árabes disfrutan el alza del petróleo. Lo único claro es que el tío Sam perdió el norte.
La eficacia de las sanciones es baja. La guerra sigue, los rusos avanzan, la masacre continua y la destrucción de la infraestructura ucraniana es casi total ya que los rusos no la usarán pues se trata de desconectar a occidente. Todo el mundo sabe que la pequeña Cuba lleva sesenta años de bloqueos y sanciones y sigue firme. Maduro sigue ahí a pesar de dos décadas de sanciones y del presidente de papel que desapareció (hasta Duque descolgó su foto en el Palacio de Nari). Los iraníes siguen sus desarrollos nucleares a pesar de vetos, bloqueos y tratados. Ortega sonríe porque ni se acordaba que tenía una cuenta en dólares, la antigua moneda que precedió el bitcoin. Los afganos le sacan al lengua a los norteamericanos mientras arman su modelo talibán. Putin tampoco se ha caído. Se le ve radiante divulgando su nueva doctrina y pronto tendremos en Colombia un gobierno más o menos prochino, proruso, proiraní, pro cambio.
Ya nadie cree en la efectividad de los mariners para contener a rusos, chinos, indios, iraníes, norcoreanos, cubanos, venezolanos, árabes, afganos, iraquíes y demás naciones que se salieron de la fila y de los condicionamientos norteamericanos. El tío Sam ya no es ni sombra de la potencia que fue. Sus sanciones incomodan pero no destruyen ninguna economía ni desajustan ningún poder ni le quitan el sueño a ningún gobernante latinoamericano. En parte porque los chinos, los árabes y los indios recorren el mundo en busca de los negocios que los norteamericanos desprecian o para los que ya no son competitivos.
Conforme pasan los meses y la guerra continúa -favoreciendo a Putin- se confirma que las sanciones si bien golpearon la economía rusa, le hicieron mucho daño a las economías de occidente y aceleró la consolidación del bloque alrededor del eje chino. Los capitales globalizados esperan con temor el surgimiento de otras reglas de juego para las transacciones financieras, como un propio Swift para desprenderse del estado de ánimo del gobernante de turno en Washington. A Europa y Estados Unidos les toca acelerar su transición energética para remplazar petróleo y gas ruso, mientras la gente de Biden corre a Venezuela a comprar el petróleo que gracias a la intervención china se recupera dia a día.
El efectos en Colombia es importante, pues la reapertura de relaciones que emprenderá el nuevo gobierno frente a Venezuela pondrá fin a la ingenua política exterior de Duque que naufragó en el mismo concierto de inauguración, uno de los mayores ridículos que se han hecho en el mundo diplomático. ¿Para qué será buena Colombia en el nuevo concierto internacional?
El mundo estaba muy organizadito alrededor de los intereses de las élites de occidente, hasta cuando le dio a los olvidados del mundo retar las bases de ese orden que dejó por fuera del bienestar a tanta población. Surgieron las extremas derechas en todas partes bajo formas populistas, ganaron inclusive el poder en Estados Unidos, Brasil e India entre otros países, cogobiernan en otros muchos y están al acecho donde los antiguos partidos se mantienen tambaleantes, como en España, Francia e Italia. Las reglas de la democracia, como sostiene Putin y los chinos, son perfectas para su autodestrucción. Las mayorías convertidas en ciudadanías desesperadas llevan a gobiernos populistas elegidos democráticamente para castigar a los culpables.
Curiosamente cuando la humanidad logró su más alto nivel de educación, su mayor nivel de comunicación, su mayor desarrollo tecnológico aplicado al consumo masivo es cuando toma las decisiones más estúpidas y elige a los gobernantes más incultos e impreparados. En el nuevo polo dirigido por los chinos (Res pice chinum) tenemos unos líderes para quienes valores y principios de las democracias carecen de importancia. Son dirigentes y sociedades que nunca probaron el modelo democrático, el respeto a los derechos de los demás, que nunca han disfrutado las libertades burguesas, y que consideran las elecciones un constante desajuste que solo genera decisiones torpes, lentas, equívocas e ineficientes. ¿Para qué sirven las elecciones sino es para retardar el desarrollo, favorecer la corrupción, promover discusiones irresolubles y dirigir la intervención estatal de acuerdo con intereses mezquinos y ocultos? Ni China, ni Rusia, ni los reinados árabes conocen el viejo modelo griego y su interés en experimentarlo es nulo.
A los nuevos orientadores del mundo, los chinos, no les preocupa que la critiquen por imponer su régimen en Hong Kong, o por archivar los informes de derechos humanos de la ONU, o por preparar la retoma de Taiwán diga lo que haga Biden. Saben, los chinos, que nadie les impedirá avanzar, ni Estados Unidos ni los europeos se opondrán a sus acciones bélicas, políticas o económicas. Como los rusos, los filósofos chinos creen que llegó el ocaso de la democracia occidental. Lo más grave es que los republicanos piensan igual, por eso aplauden el intento de de golpe de Trump del 6 de enero, y no quieren que lo sancionen como correspondería a un golpista fracasado. Además van a recuperar el control del congreso en noviembre, de manera que el panorama que tendremos es uno en el que la mayoría de las fuerzas políticas de la democracia más importante del mundo dejará de aplicar las reglas de la democracia.
¿Qué implicaciones tendría para el gobierno colombiano ese cambio global si los rusos y chinos tienen razón? Para Estados Unidos América Latina cada día tiene una menor relevancia y deja de ser un factor de desarrollo y estabilidad. Su patio trasero no es la puerta de entrada de una ideología que amenace su futuro, sino la puerta de salida de un creciente número de migrantes que no encuentra oportunidades en sus propios territorios. Las disputas internas por el poder local tampoco les interesa porque implica compromisos que les cuesta con pocos réditos. Las materias primas que compra y la fuerza de trabajo barata que le entra, la tienen asegurada. El mercado de drogas lo tienen regulado al interior de Estados Unidos, sin la violencia que las bandas latinas ejercen para dominar la cadena y los mercados. De manera que asumir compromisos militares, económicos o políticos, para defender las fracasadas democracias latinoamericanas carece de importancia para Norteamérica. Hay que ayudarle al nuevo gobierno a pensar en cómo se inscribe en el nuevo concierto mundial.
Ramón Jimeno
Junio 19, 2022