Honduras, un tráfico sin órganos
Las escandalosas revelaciones sobre un supuesto tráfico de órganos con niños robados en Honduras llamó la atención mundial hace un par de semanas. El caso creció cuando dos ciudadanos europeos fueron detenidos acusados de “robachicos” por un niño que asegura haberse escapado de sus captores. El episodio llegó al tope de la espectacularidad cuando una diputada aseguró que habían hallado el cadáver congelado de un niño y que existía un barco-hospital para realizar las cirugías clandestinas.
Sin embargo, la lluvia de periodistas tardó más en desplazarse hacia Honduras, que en desencantarse con las historias. No existe ningún tipo de evidencias que dé bases para creer en el tráfico de órganos. Tampoco existe un solo caso documentado sobre la desaparición de un solo riñón infantil. De los casos de niños raptados y liberados que se citan como hechos reales en Tegucigalpa, sólo existe el pánico colectivo que los medios ayudaron a crear y que se refleja en la forma como las madres agarran a sus niños por las calles.
Las terceras voces
El gran escándalo se inició con las declaraciones de la diputada Rosario Godoy de Osejo. Ella reveló el hallazgo del niño congelado, del barco-hospital y le dio vuelo a las declaraciones de un par de niños que habrían escapado de sus captores. La diputada del Partido Liberal encabeza una cruzada para investigar y detener el robo y la desaparición de niños en Honduras. Cruzada que le ha dado una gran popularidad, aunque no podrá utilizarla en las elecciones de fin de año porque no fue inscrita como candidata por su partido.
Cuando se le interroga sobre sus fuentes, la diputada Godoy asegura que fue el teniente Gustavo Domínguez quien le dio la información del niño congelado. Domínguez era hasta hace poco el jefe de narcóticos de la cuestionada DNI (Dirección Nacional de Inteligencia), pero fue removido de su cargo, sancionado con arresto, y luego aislado por completo de los medios, al punto que nadie ha podido confirmar o negar que él haya dicho lo que dice la diputada que él dice.
El vocero de la Policía, el capitán César Augusto Somoza, asegura que la información divulgada por la diputada fue confrontada con intensidad por los investigadores oficiales sin que se hubiera encontrado indicio alguno que confirme las versiones. Godoy se defiende asegurando que si un oficial de la DNI lo dijo, alguna base debería tener.
Los recuentos infantiles
Charly Alvarado a sus ocho años, es otra de las estrellas del escándalo. Más en los medios que en los estrados judiciales. Habitante de uno de los barrios de miseria de las más aisladas colinas polvorientas de la capital, Charly habría durado dos días en poder de los “robachicos”. La diputada Godoy reportó su caso y con el testimonio de Charly se hicieron los retratos hablados de dos de sus captores
La alemana Klara Dilger y el suizo Wolfang Henz fueron los favorecidos por los retratos hablados, tras una labor de investigación encabezada por la misma diputada Godoy, con la colaboración de los “Ángeles de Charlie” (así se hacen llamar las dos mujeres policías asignadas al trabajo con la parlamentaria). “Tía Clara” y “tío Felipe” –como los niños llaman a los dos europeos– fueron a parar a la cárcel local. Los dos trabajan en la organización sin ánimo de lucro “Nuestros pequeños hermanos” que atiende a más de 400 niños desamparados o enfermos, en casas bastante bien atendidas.
Los dos europeos fueron liberados a los diez días, cuando durante la reconstrucción de los hechos, Charly entró en contradicciones que hicieron increíble su relato. Él dijo que se escapó botándose del carro en marcha, estando amarrado de pies y manos. El sitio donde dijo haberse botado era un pedregal. Charly no presentaba rasguños ni golpes. Tampoco se explica por qué sus captores, tratándose de un paraje solitario, no se detuvieron a recuperar el par de valiosos riñones que se les escapaban. Klara Dilger y Wolfang Henz fueron liberados por la juez, aunque deberán permanecer en Honduras hasta cuando se les cierre la causa de robachicos para tráfico de órganos.
Las voces de arriba
El Servicio de Información del gobierno de Estados Unidos también intervino en el debate. Como las acusaciones aseguran que el robo de los órganos de los niños se realiza para hacer transplantes en Norteamérica, antiguos expertos en desinformación comunista fueron asignados para desmentir el caso. Éstos aseguran que ante la imposibilidad de usar órganos robados por el estricto control que se ejerce en ese terreno en Estados Unidos, así como por las sofisticadas exigencias quirúrgicas para extraer o transplantar los riñones incluyendo las exigencias de compatibilidad entre donante y recipiente, es imposible que los hechos ocurran tal como se creyó al principio.
La conclusión de los desocupados funcionarios expertos en antisovietismo, es que se trata de un reflejo tardío de la época de la guerra de desinformación entre las dos potencias, en la que los comunistas quisieron pintar a la sociedad capitalista como una en la que se mataba a niños pobres de América Latina para salvar a ciudades ricas de Estados Unidos.
También le agregó cierta dosis de pasión un informe que circula en el Celam (Conferencia Episcopal Latinoamericana) en el que se atribuye la creciente desaparición de algunos niños a las demandas de sus cuerpos para cultos satánicos. Pero nadie quiere leer el informe en Honduras para no enredar demasiado el debate.
El desencanto por la falta de pruebas sobre tráfico de órganos acabó convirtiéndose en el encanto de descubrir cómo los medios fueron víctimas de su natural tendencia amarillista. Era tan sensacional la noticia, con detenidos, fugitivos y todo, que algo real había de haber. Pero lo único que hasta ahora hay es un gran costal de versiones insustanciadas en las que aquél dijo lo que yo dije que ése dijo. El resultado es que las pocas organizaciones que le prestan asistencia a niños pobres, enfermos y de la calle en Honduras, se encuentran decepcionadas por el trato recibido. Algunas, como Terre des Hommes (de Canadá) ya anunciaron su retiro y otras muestran su decepción por la ingratitud recibida como pago a su labor caritativa.