La guerra en el Salvador: ¿Ensayo para la nueva doctrina de contrainsurgencia?
La fuerza aérea como elemento disuasivo Estados Unidos estaría poniendo en práctica por primera vez su nueva doctrina de contrainsurgencia en la guerra civil de El Salvador, en la que estaría descartada el envío masivo de tropas norteamericanas a Centroamérica, a pesar de las especulaciones al respecto.
De acuerdo con una serie de análisis recientes, basados en fuentes oficiales, en planteamientos de los funcionarios encargados de la “operación”, de opiniones de expertos privados en asuntos militares y de periodistas norteamericanos en la región, los expertos en contrainsurgencia esperan que su esquema de “no envolvimiento directo” les dé esta vez resultado, en contraste con la forma en que se aplicó la doctrina de contrainsurgencia en Vietnam.
Así mismo, de acuerdo con las fuentes consultadas por Uno más uno en Washington, los “expertos” norteamericanos, quienes tienen el control del plan en sus manos –la mayoría veteranos activos de Vietnam–, no piensan en una “solución militarista”, a pesar de que los liberales demócratas y los opositores a la actual política creen que sólo se trata de esto.
De acuerdo con las versiones recogidas, la doctrina trata más bien de implementar una “operación multifacética en la que se combinan presiones militares, políticas, económicas, y sociosicológicas” a largo plazo, con el fin de lograr que la “insurgencia desista de su lucha y se integre a un proceso”, que en términos de los funcionarios tiene que ser “democrático” al estilo republicano, y básicamente que resulte en un gobierno incondicionalmente pronorteamericano.
Aunque los militares convencionales siguen reacios a aceptar la implementación de una doctrina donde los elementos que le dan su “prestigio” como tales no se usan, los militares más pragmáticos surgidos de la combinación CIA –fuerzas especiales– Vietnam, han logrado en la administración Reagan imponer sus tesis, que inclusive están elaborándose no sólo a nivel de doctrina, sino de manuales ordinarios de guerra en el ejército de ese país.
En otras palabras, la nueva doctrina no parte de la tesis de que la guerra se gana con “bocas de fuego”, esto es tanques, morteros, cañones, fusiles e infinidad de municiones, imponiendo una “capacidad de fuego mayor a la de las fuerzas insurgentes en el terreno”, sino –tal como la guerrilla lo plantea– “mediante la destrucción de la voluntad de combate del enemigo”.
Esto no quiere decir que el aspecto militar pase a un segundo plano. Al contrario, lo militar sigue siendo esencial y precisamente este hecho habría ayudado a esconder el verdadero objetivo que se persigue al utilizar ciertos elementos militares, como los nuevos aviones de la Fuera Aérea. Los críticos a la política norteamericana, en cierto sentido al concentrarse en las cifras y en el tipo de armas enviadas, se han olvidado de la estrategia que está siguiendo el Pentágono.
La nueva doctrina contrainsurgente (nueva para Estados Unidos) reconoce que el aspecto militar per se no basta para imponerse en una guerra irregular sobre una organización rebelde. La “Estrategia del triunfo” no está basada en la artillería ni el tipo de aviones, sino que estos instrumentos se utilizan básicamente para detener militarmente a la guerrilla, mientras se dan tiempo para construir un nuevo ejército, un nuevo Estado, un nuevo gobierno local que le presente a la población una alternativa social distinta al régimen que originó la guerra y a la propuesta de la guerrilla.
Los estrategas confían en que en pocos años podrán ofrecerle más cosas al pueblo de El Salvador, –y que éste le creerá– de las que podría ofrecerle, y de hecho darle, la guerrilla.
Un ejemplo donde se observa el desarrollo de la doctrina es en la “Ofensiva Aérea”. En el caso de El Salvador, donde el FMLN FDR avanzó hasta el nivel de conquistar y mantener una zona de territorio, el “Poder de Fuego” que requiere el ejército oficial es mayor al de un simple ejército regular de tierra. Esto explica el desarrollo de la Fuerza Aérea Salvadoreña con las relativamente nuevas “Plataformas Aéreas Artilladas” (Gunships), los helicópteros Huey y los Hughes 500, así como los aviones de combate Dragongly. Sin embargo, la forma en que se han usado –en especial los AC-47– muestran una concepción diferente, de uso selectivo.
Este hecho haría cuestionar el temor inicial sobre el “genocidio” que se iba a cometer al usar estas armas, desviando la atención del avance en la implementación de la nueva doctrina. En la práctica, los reportes de la zona confirman el cumplimiento del límite impuesto por Estados Unidos al uso de los Gunships. En consecuencia, las bajas que han producido sus ataques, si bien violatorias de las convenciones de Ginebra que prohiben atacar a la población civil, no tienen el carácter que se les había atribuido de antemano. En cambio, el efecto político militar en las filas insurgentes ha sido indiscutible.
Los AC-47 son los mismos DC-3 comerciales (de la Segunda Guerra Mundial), que han sido especialmente equipados con tres ametralladoras de .50 mm. A éstas se les ha adaptado a su vez un mecanismo de alimentación especial que les permite disparar 3300 balas por minuto. El piloto las controla con una mira (giroscopio) ayudado con aparatos de visión infrarroja para la noche. El Salvador cuenta con dos de estas plataformas aéreas en servicio, aunque está recibiendo seis más de las cuales por lo menos dos serán adaptadas de la misma manera. Estos “Gunships” si bien son basados en los célebres “Puffs” utilizados mortalmente en Vietnam, son una versión bastante limitada de los mismos, y sería una gruesa exageración equipararlos.
Otra “arma” nueva y similar al AC-47 lo constituyen los helicópteros Hughes 500, que también son una versión disminuida de los “Defenders” de Vietnam, que sirven básicamente de apoyo a las Fuerzas Aerotransportadas. Evitan las emboscadas terrestres cuando los helicópteros de transporte de tropas llegan a las zonas de combate, mediante una “operación de limpieza”. También están equipados con ametralladoras pequeñas de 7.62 mm y disparan entre 2500 y 3000 balas por minuto, lo que hace insostenible a las fuerzas “de recepción” mantenerse en el lugar. La Fuerza Aérea cuenta con tres de estos aparatos. Y espera recibir otros cuatro próximamente de Estados Unidos. Dentro de la estrategia para el Ejército Salvadoreño estaba el de dotarlo de “movilidad aérea” para poder equilibrar las fuerzas cuando se sucedieran los sorpresivos ataques de la guerrilla. “Despejar” la zona era esencial para lograr esta movilidad.
Pero a pesar del carácter militarista que tienen esta nueva fuerza aérea que ha hecho replantear la táctica guerrillera, en la práctica, los reportes de las zonas de combate no sólo confirman que las Plataformas Aéreas (AC-47) han sido utilizadas en una forma limitada, sino que ésta sería su intención porque constituyen un arma “disuasiva” dentro de la nueva concepción contrainsurgente.
De acuerdo con declaraciones el embajador Pickering –en el Salvador–, se mostró satisfecho por haber logrado “contener” al ejército en el uso de los AC-47 en una forma masiva, confirmando lo que los “expertos silenciosos” habrían previsto: se trata de un arma “disuasiva”. Lo que no le resta credibilidad a los ataques oficiales realizados con los AC-47 y los Hughes 500 en donde han muerto civiles.
El carácter disuasivo de la Fuera Aérea Salvadoreña consiste en que la guerrilla ya sabe que si se moviliza masivamente para sus operaciones, corre el riesgo de ser atacada por las plataformas aéreas, lo que la ha llevado a replantear sus operaciones a partir de movilización en pequeñas unidades.
Para los estrategas norteamericanos, este hecho le resta capacidad ofensiva al ejército guerrillero, lo que en una guerra es un factor crucial. El elemento sorpresa de la guerrilla se pierde, y en vez de estar a la ofensiva, pasa a la defensiva, mientras que el ejército armado y entrenado por los norteamericanos obtiene con este factor un triunfo político.
La nueva Fuerza Aérea cumple entonces un papel disuasivo para impedirle a la guerrilla su movilización hacia operaciones militares. Al perder su movilidad, el ejército regular aspira a desarrollar trabajo “sicológico” en las zonas donde el riesgo de un ataque guerrillero ha disminuido, y es cuando aparece otra de las fases de la nueva doctrina contrainsurgente, que es la “formar” una nueva mentalidad en las generaciones jóvenes y en la clase dominante salvadoreña, mientras contiene a la guerrilla.
La política
En el ejército norteamericano se considera que hay alrededor de 120 “expertos” verdaderos en contrainsurgencia. Éstos son los que han estado en Vietnam, y algunos más destacados que estuvieron en otras campañas contrainsurgentes como la de Tailandia y Corea, u otros que han conducido operaciones secretas de la CIA y las fuerzas especiales.
Entre estos expertos se han formado grupos que se han tornado en “Vieja Barra”. Uno de éstos, poco mencionado, es el que constituyen William Casey –Director de la CIA–, Néstor Sánchez, asistente de defensa para América Latina y ex jefe de la CIA para Latinoamérica, y el más discreto de todos, Richard G. Stilwellg, general retirado y también asistente de defensa (Segundo de Fred Ikle, subsecretario de la Rama) considerado como uno de los máximos expertos en contrainsurgencia, de acuerdo con entendidos en la materia.
A éstos se les agrega el general John Singlaub, asistente del Consejo Nacional de Seguridad y presidente de la Liga Mundial Anticomunista –Waco–. Otro de los “cerebros” al respecto es el general Wallace Nutting, quien hace poco se retiró de su cargo como comandante del Comando Sur en Panamá, dando unas impactantes declaraciones precisamente sobre el carácter irregular de la guerra sin comprometer fuerzas norteamericanas a gran escala. Sus afirmaciones desvirtuaron los rumores divulgados por el New York Times, sobre las intenciones de el Pentágono de comprometer tropas, especialmente en Nicaragua, porque considerarían que éste es un objetivo “fácil” militarmente. Nutting, al igual que los otros expertos, insiste en que el triunfo en una guerra contrainsurgente no se da solamente en el terreno de batalla, y menos aún, con fuerzas extranjeras.
Pero los cuatro primeros funcionarios, todos piezas claves actualmente en la administración Reagan, son quienes –según las fuentes de Uno más uno– están diseñando y controlando la operación insurgente en Centroamérica, con énfasis en El Salvador, donde la lucha que libran encaje mejor en sus parámetros. Desde los años cincuenta han estado juntos en distintas campañas, y uno de sus comunes denominadores además del compañerismo es que consideran esencial para el triunfo de su estrategia, que ésta se libre con las fuerzas locales que enfrentan la “subversión” evitando el envío de tropas norteamericanas en forma masiva.
Para ellos el factor tiempo no es el problema. La estrategia tiene un objetivo nuevo, que no consiste únicamente en ganar la lucha militarmente, sino en ganarse al pueblo políticamente. En cierto sentido, dentro de Estados Unidos tuvieron primero que librar una batalla política para lograr imponer su concepción contrainsurgente como la política oficial de el Pentágono. Si bien desde las épocas del “liberal” John F. Kennedy se habían impulsado los mismos principios, los círculos conservadores de El Pentágono y de la CIA fueron quienes entonces se opusieron a su implementación.
Se necesitó la derrota en Vietnam de los generales de las grandes batallas con los infinitos recursos y el triunfo de la línea conservadora de Ronald Reagan en las elecciones de 1980, para que los nuevos pragmáticos de la contrainsurgencia se establecieran en puestos de poder y obligaran a El Pentágono a formalizar la implementación de sus conceptos. La Alianza CIA–fuerzas especiales con la ubicación de funcionarios claves en El Pentágono le dio vía libre a la misma y le encontró un papel a los generales entrenados para guerras nucleares y estelares que nunca se van a librar, porque si esto sucede, sería la última.
En El Salvador, algunos aspectos políticos muestran una modalidad distinta a la simple militarista. Por un lado, el avance en la separación del ejército de la política. El esfuerzo por profesionalizarlos en la lucha contrainsurgente ha ido acompañado de otro para convencerlos de que la política es un asunto de civiles. Al mismo tiempo, es indiscutible el aislamiento del grupo D’Abuisson y de su organización Arena, –que en otros tiempos habría sido el títere ideal para Estados Unidos– para concentrar el apoyo en la figura menos controversial para los demócratas norteamericanos y liberales del mundo como lo es Napoleón Duarte. Este fenómeno que solía explicarse como una “jugada”, llevaría tras de sí inmerso el nuevo concepto de imponer los valores norteamericanos en la región, en vez de los dictadores nativos contra la población rebelde.
En otro terreno, habitantes de ciertas zonas en San Salvador han empezado a experimentar las primeras “Campañas de acción sicológica”, que se iniciaron con el actual año. En éstas, se le presentan películas, videos, charlas a la población civil donde se les explica el papel “nacionalista” del ejército en la guerra y se los diferencia de los guerrilleros. Se les trata de formar a la idea de que si apoyan a las fuerzas oficiales, la guerra se acabará más pronto y entonces vendrá la prosperidad, porque ellos sí podrían ofrecerla, en vías, en alimentos, en desarrollo agrícola. La crisis de Nicaragua en lo económico les sirve de ejemplo, sin importar la causa de la misma. Es la construcción de una fachada democrática de la doctrina contrainsurgente con el claro ánimo de aislar políticamente a las guerrillas y de ganarse a la población civil. La disminución de los asesinatos y las masacres del ejército salvadoreño son evidentes, y este hecho, al igual que la escogencia de Duarte y el abandono de D’Abuisson, no son producto de la voluntad de un funcionario por humanizar la guerra, sino por el control de las fuerzas oficiales que día a día ejercen más los norteamericanos, quienes están implementando una estrategia integral que pasaría por todos esos ángulos.
Es claro que la sincronización de la nueva estrategia se ha tomado cuatro años, y que se tomará varios años más. Porque aún no está completa como se ve en el terreno. Pero las fuentes –que pidieron mantenerse en reserva– consultadas por Uno más uno, insisten en que el problema no es tiempo. “Al contrario, mientras más nos demoremos allá, mejor, porque las nuevas generaciones militares, políticas y la juventud estará más influenciada por nosotros. Y la insurgencia quedará más aislada. Mientras tengamos el control militar, el problema del tiempo corre a nuestro favor”.
La lentitud con que han operado los cambios en las fuerzas oficiales se debería en gran parte precisamente a la intención de preparar las fuerzas nativas para que ejecuten el papel sin necesidad de comprometer las fuerzas norteamericanas. Crear la estructura de Comando. Entrenarlos en los nuevos equipos. Crearles una nueva moral de combate a partir de los “triunfos” que han obtenido, por ejemplo, al retomar la ofensiva en la guerra. Esto es un triunfo político para el ejército salvadoreño que les da confianza en el combate, porque están en el Winning Team (El equipo vencedor).
Por supuesto, los analistas en los que está basado este reporte no ven la guerra favorable en su conjunto al ejército oficial aún. Ellos consideran que aún tienen una gran falla: la carencia de información de inteligencia en el terreno. La guerrilla con su cambio a la táctica de unidades pequeñas puede movilizarse libremente por las zonas bajo su control, al igual que en las ciudades sin posibilidades de que el enemigo las detecte. A pesar de la sofisticación técnica, y de la implementación de los patrullajes masivos por la confianza que les brinda el apoyo de la Fuerza Aérea, el ejército ha sido incapaz de ubicar los desplazamientos guerrilleros. El golpe que permite la fuga de una prisión de 120 prisioneros es una muestra de la efectividad con que la guerrilla puede operar con la nueva táctica y hay ejemplos rurales para citar.
A su vez, la rápida respuesta de Estados Unidos para entrenar fuerzas de “seguridad” es precisamente respuesta a la actual ausencia de información de “inteligencia humana” y de fuerzas preparadas para actuar rápidamente (pequeñas unidades) para responder. El golpe contra los cuatro mariners acabó de tocar las campanas de alerta de los estrategas washingtonianos. Si bien la excusa se centra en la retórica terrorista, la realidad es que los tomó de sorpresa el rápido y efectivo Switch de la guerrilla. Nada mejor que explotar el sentimiento adverso que creó en la población la muerte de los mariners para lograr una rápida aprobación en el Congreso de los recursos necesarios para entrenar las nuevas unidades de “Policía”.
La lucha por el control urbano
De acuerdo con diversas fuentes consultadas, los estrategas de la campaña contrainsurgente tienen actualmente centradas sus actividades de planificación en impedir el resurgimiento de las actividades de la guerrilla en San Salvador.
El análisis oficial en Estados Unidos partiría de ubicar las fuerzas guerrilleras en las zonas rurales en la fase actual, en cambio de la influencia y las actividades que ejercían en los centros urbanos en 1980. La ciudad sería para el FMLN FDR, la “retaguardia estratégica”, para el ejército guerrillero basado en el campo. El reto para los asesores militares sería el de prevenir que la oposición armada retome el control de los principales sindicatos, y de la universidad para poder lanzar sus acciones militares urbanas. Y la respuesta planteada es la de “prevenir” que esto suceda, en vez de confrontar a la guerrilla una vez se manifieste, –como ya empezó a suceder. El inicio del entrenamiento de “fuerzas de seguridad”, en actividades de policía es la concreción de este plan. De una parte, está la formación de escuadrones especiales de ataque, y de otra, la preparación de una red de vigilancia más sofisticada, contando por ejemplo con helicópteros que sobrevolarían la ciudad para establecer un control nocturno. Además de estos grupos, se están formando –con la reciente autorización del Congreso de Estados Unidos que anteriormente lo prohibía– unidades antiterroristas especiales, como parte de los órganos de policía.
En este último campo, el papel del gobierno de Israel que ha vuelto a pasar desapercibido pasa a ser el eje en la formación de los nuevos grupos, en el rediseño de las agencias de inteligencia urbanas y en la aplicación de técnicas para detectar –por ejemplo– a través de químicos si los ciudadanos comunes han utilizado armas de fuego. El esquema sería algo similar a la asesoría que Israel le ha dado a Guatemala.
La otra parte del programa de prevenir la recuperación de San Salvador por parte de la guerrilla son las operaciones sicológicas, que estarían a cargo de estas fuerzas de seguridad. Uno de estos programas es la “Campaña de Alfabetización”, que es similar en su forma a la que se realizó en Nicaragua mediante brigadistas. Otro plan es el “Movimiento Juvenil Patriótico (MJP), que ha sido gestado desde la D-5 (Agencia de Seguridad Salvadoreña) y la policía de la Tesorería.
El objetivo de estas dos campañas es claramente el de ganarse a las nuevas generaciones para los principios oficiales, dándole sustentación a los valores tradicionales conservadores y pronorteamericanos en contraposición a las ‘doctrinas extranjeras del comunismo”. Las MJP serán más tarde utilizadas para constituir brigadas del 90 estudiantes cada una para realizar reuniones, seminarios y conferencias a nivel nacional.
Más notorio aún es el plan de “Defensa Civil”, bajo el cual los sargentos del ejército salvadoreño ya han entrenado cerca de ocho mil civiles, como parte de la táctica para enseñarles a defenderse de los ataques. En este momento hay cerca de 50 unidades de defensa civil en todo el país, y según las fuentes, oficiales, se espera que siga aumentando su número.
Crucial en la preparación de estas fuerzas civiles que le son de todas formas sustraídas al potencial de apoyo guerrillero ha sido la participación de sargentos norteamericanos, con largos años de experiencia en contra insurgencia alrededor del mundo. Estos sargentos, según las fuentes, no forman parte del equipo de 55 asesores militares oficialmente reconocidos. Todos forman parte de las “Fuerzas especiales” de Estados Unidos, las tropas elites con calificaciones y entrenamiento más sofisticado del ejército, que por sus actividades de carácter “secreto” no requieren de aprobación congresional para desplazarse, y que además pueden rotarse “técnicamente” para evitar problemas. Por ejemplo, cada tres meses estos sargentos vuelven a sus bases o van a Honduras para romper la “continuidad” de su permanencia en El Salvador.
Otra función de la Defensa Civil dentro de la estrategia militar estadounidense es la de que mientras mayor capacidad de defensa autónoma tenga la población neutra o neutralizada, el ejército a su vez podrá movilizar más tropas y más recursos contra los centros guerrilleros sin temor a contraataques en los centros poblados. En especial teniendo en cuenta que el ejército ha desarrollado sus nuevas unidades de desplazamiento rápido y masivo para contrarrestar ataques guerrilleros de esta naturaleza. A su vez, si los centros donde están las defensas civiles son atacados, éstos que además cuentan con equipos de radio comunicación, se supone que pueden contener un ataque inicial y dar la alarma para que lleguen rápidamente los refuerzos oficiales por vía aérea. Es una estrategia que funciona en doble sentido, al menos eso esperan.
Nuevamente las acciones sicológicas juegan allí un rol central ya que mediante los programas de acción cívica, la guerrilla es presentada sistemáticamente como la que impide la consolidación de los programas de desarrollo regional y locales. Cuando llega una acción de los insurgentes, el ejército espera acudir a “recuperar” el poblado o el objetivo, presentándose no tardíamente sino temprano y como “salvadores” del pueblo.
Ninguna de las fuentes consultadas se atreve a afirmar que la estrategia anterior esté funcionando y que sea un éxito. Pero todos esperan que en el término de este año empiece a operar. Arguyen por ejemplo la resistencia de los civiles a tomar las armas contra la guerrilla, porque esto automáticamente los puede convertir en blancos de ataque. Un oficial citó el caso del estruendoso fracaso de la “operación bienestar” en San Vicente y en Usulutan, pero recordó que éstos fueron sólo los ensayos del plan, agregando que la persistencia en éste dará resultados a lo largo del tiempo. “Y ¿quién tiene afán…?” agregó.
Con la consolidación de los programas para capacitar fuerzas de seguridad, unidades antiterroristas, expandir y aplicar la defensa civil, y las operaciones sicológicas, los planificadores estadounidenses consideran que están entrando en una fase de ofensiva política además de militar. En este terreno, con la fuerza aérea en especial, la superioridad en la capacidad de combate le resta capacidad ofensiva a la guerrilla, lo que de hecho es un problema político. El ejército pro norteamericano a su vez tiene entonces los elementos para expandir su campaña política mientras mantiene la iniciativa en la ofensiva militar.
El plan de apoyo civil
Los estrategas del Pentágono consideran que éste es el año crítico para definir el funcionamiento de su tesis contrainsurgente revisada. Generales frustrados, militaristas aficionados, oficiales de inteligencia, han vuelto a los textos básicos de guerra, I.E. Clausewitz, y al terreno de combate en busca de la aplicación correcta de los principios contrainsurgentes.
Se han encontrado en El Salvador con un “laboratorio perfecto”, según la definición de un oficial. Desde el ejercicio de disminuir los recelos de los militares salvadoreños, convenciéndolos de que son ellos quienes están al mando, y no los extranjeros, mientras se los adiestra y adoctrina, hasta el ejercicio de “inteligencia” política para neutralizar a la extrema derecha –arena–, cuyo modelo, a diferencia de Chile, ya no les parece funcional.
Control militar, control político… y ésta es sólo una fase. La siguiente es la de lograr establecer la “Seguridad Nacional”, el clima en el cual la “Nueva Sociedad” (SIC) pueda reconstruirse y prosperar. La acción civil es la plataforma para esta fase, que en El Salvador ya se está experimentando.
Los programas de acción cívica requieren un mínimo de “seguridad” en las zonas donde se quieren aplicar para que sean efectivos. Precisamente –siguiendo la línea de los oficiales norteamericanos– la falla de anteriores programas ha sido precisamente que se “aplicaron muy temprano en proporciones muy pequeñas”, sin que se pudiera garantizar la seguridad en la zona aplicada sobre una base continua. Así mismo, los funcionarios anotan que no sólo fue el problema de seguridad, sino que además estuvo la “falta de control de Estados Unidos” en la forma de administrar los servicios ofrecidos, permitiendo que la corrupción oficial los usufructuara –robándolos, vendiéndolos en el mercado negro, usándolos personalmente, o empleándolos en fines diferentes a los programados.
La observación de este fenómeno, llevó a los diseñadores a rediseñar su plan de acción cívica desde fines del año pasado. La misma AID realizó desde marzo de 1984 un estudio para evaluar los efectos de los “Programas de Ayuda Humanitaria” en el país. Todos los programas, –Conara, etc.– fueron criticados. Sin embargo, el estudio recomendó el aumento de la ayuda, pero al mismo tiempo canalizándolas a través de las organizaciones de ayuda humanitaria internacionales que estuvieran interesadas en participar, asociadas con las entidades oficiales. Entre éstas se encuentran “Hope” de Walsh, un miembro de la Comisión Kissinger; “Care”, la organización humanitaria más grande del mundo; Cesad, una organización evangélica salvadoreña; “Save The Children”, y otras más. La Iglesia Católica se ha negado a participar considerando que la aceptación de fondos de la AID le traería cargos de politización. La AID está entregando 40 millones de dólares anuales para estos planes.
Aparte de estos dineros, la Embajada dispone este año de 8 millones de dólares para administrarlos de acuerdo con su criterio para brindar “asistencia alimenticia”. Los refugiados son parte de los objetivos del plan, ya que los planificadores consideran que quien brinde soluciones a estos desplazados de la guerra, se los ganará para su causa. A través de agencias norteamericanas se espera por ejemplo “repatriar” a los refugiados del campo de la esperanza en Honduras, a la provincia de San Miguel, al tiempo que se los registra (control policial) y se les entregaría una humilde vivienda con servicios cercanos.
Además de los anteriores planes está la nueva versión del “Plan Nacional” denominado “Proyecto 1000”, en el que se espera relocalizar a los miles de desplazados por la guerra a “nuevos centros urbanos”. Pueblos de lata se podría decir. Las intenciones son la de construir 50 colonias para 500 familias cada una. En cinco años, habría “techo” para el medio millón de personas desplazadas por la guerra. ¿Los fondos? La función política del Napoleón centroamericano entra a jugar, no en vano viaja a Estados Unidos. La ONU por ejemplo, así como la AID, son las primeras en la lista de los cien millones de dólares iniciales que vale el “despegue del programa”, pero Estados Unidos quiere que otros países, europeos en especial, se unan al plan.
En realidad se podría hablar de un plan de “pacificación” que parte de la base del triunfo militar y del “éxito” político del nuevo régimen a nivel internacional, que refleja un optimismo desmedido de los estrategas de la administración si se considera la versión de fuentes independientes. Éstas aseguran que el Proyecto 1000 no es más que una ilusión, y en parte porque luego del modelo guatemalteco donde se impulsó un trágico proyecto similar a punta de bayoneta, las fuerzas internas salvadoreñas se muestran reacias a lanzarse a una aventura que se les convierta en lo mismo.
Otro aspecto del Plan Cívico, más avanzado aún, es darle al propio ejército salvadoreño sumas crecientes para que administren “ayuda humanitaria” en zonas necesitadas por la confrontación. Según las fuentes consultadas, El Pentágono está considerando incluir en el próximo paquete de ayuda militar, la ayuda “humanitaria” para que el ejército ejecute también sus planes.
Y los estrategas no se detienen allí. Además del apoyo logístico de dineros y político que están dando, aspiran a realizar un fenómeno similar al de la ayuda privada a los contras: movilizar a las entidades de derecha internacional para que se vuelquen hacia El Salvador con la independencia que permite su carácter privado. Los tenebrosos “Caballeros de Malta” están a la cabeza de la lista, seguidos por el National Security Council (Consejo Nacional de Seguridad), que ya han colaborado con unos 25 millones de dólares en algunas provincias de El Salvador.
La guerrilla entre la política y lo militar
Si hay algo que los doctrinarios contrainsurgentes reconocen, es su falta de capacidades de inteligencia para prevenir el comportamiento de la guerrilla salvadoreña. Ésta sabe que hay una coyuntura política difícil en donde el ejército oficial ha tomado la ofensiva para presentarse como los salvadores del pueblo y acusar a los insurgentes como los “violentos y los destructores”.
Y el reto es complicado. ¿Puede la guerrilla hacer ataques contra los programas de acción cívica antes de su consolidación, corriendo el riesgo de perder prestigio político? o ¿pueden los militares y el gobierno salvadoreño insistir en sus planes de alivio social con el riesgo de que éstos sólo sirvan como blancos de ataque fácil para la guerrilla?
La respuesta no está en la mente de los analistas que proveyeron la información para esta serie, pero sí anotaron la importancia que en ese reto pueden jugar las “operaciones de acción sicológica”, destinadas a cambiar las “percepciones” de la población salvadoreña.
Pero para que estos programas –secretos en general– funcionen, los norteamericanos requieren el desarrollo de una eficaz inteligencia en el campo y el uso de tecnología moderna para que sea masivo el esfuerzo.
En el pueblo de Sesori, en la provincia de San Miguel, en enero de este año, miembros del batallón Arce, que fue entrenado por los “expertos” estadounidenses, arrestaron 50 campesinos, sospechosos de tener vínculos por la guerrilla.
Éstos no desaparecieron ni fueron torturados. Fueron trasladados a las instalaciones del batallón, allí los interrogaron “amablemente”, por un autoproclamado “doctor” que no era otra cosa que uno de los expertos en acción sicológica. Recibieron atención médica de los militares y fueron bien alimentados. Después, les mostraron una serie de videos sobre la guerra. Películas cuidadosamente elaboradas por compañías subcontratistas de El Pentágono. Por supuesto, los cincuenta campesinos vieron una excelente película, donde el ejército hace el papel de los buenos, y la guerrilla el de los malos. La “conspiración soviético cubana” también está graficada con imágenes atractivas presagiando una catástrofe, con música trágica cuando se menciona “Cuba”, etcétera. Se les explica que la guerrilla sólo forma parte de la conspiración internacional por tomarse el poder y como ya lo hicieron en Nicaragua. ¡El comunismo ateo…! y aparece el Papa durante su visita a Managua cuando el pueblo le gritaba sus consignas como una prueba de ello. Otro video era un documental sobre la vida de la comandante Mélida Montes, del FPL. Y así, hasta que los campesinos de Sesori fueron liberados.
El efecto de este plan es difícil aún de medir, pero de nuevo, como en otras áreas, es la persistencia en su aplicación la clave para que –esperan– le rinda frutos al ejército salvadoreño. En Chalatenango, se está adelantando un programa mucho más modesto, en donde sólo se reparten cuadernillos a los niños, se distribuye propaganda oficial y se dan charlas. Se explota mucho el sentimiento religioso, por ejemplo, asociando la imagen del ejército a la de la Iglesia. Los regalos para los niños se reparten en las puertas de las iglesias, mientras una música con ritmo popular repite versos llamando a la “Hermandad de todos los hombres…” hasta que de pronto la letra empieza a lamentarse de los ataques de la guerrilla contra “hermanos de la familia salvadoreña” y luego llama a los “hermanos a unirse con las gloriosas fuerzas armadas para salvar al pueblo del ateísmo comunista…”.
En los campos guerrilleros, o en las zonas donde se encuentran concentrados el ejército también ha diseñado programas de acción sicológica para los propios guerrilleros. Se distribuyen desde el aire hojas volantes invitando a la deserción a cambio de una modesta recompensa en dinero y la promesa de amnistía oficial. Pero al poco rato empiezan los bombardeos intensos para “completar el efecto sicológico”. Piensa en el Pentágono que los guerrilleros empezarán a dudar sobre su suerte en la guerrilla y por lo menos les surgirán algunas dudas.
La última víctima de los programas de acción sicológica son los mismos soldados del ejército oficial. Permanentemente son instruidos en los principios anticomunistas, se les distribuye la literatura más “desarrollada” al respecto, en la cual son conocidos los textos distribuidos en Guatemala y otros países por la “Cruzadas Cristiana Anticomunista”, de un grupo religioso de los fundamentalistas norteamericanos. Los textos mezclan las creencias religiosas con los sentimientos anticomunistas y en teoría le proveen un marco ideológico que debería motivarlos en su combate. La idea es que no sean simples reclutas forzados, ni soldados o comandantes a sueldo, sino fanáticos luchadores bajo la bandera reaganiana del anticomunismo.
Ésos son retos políticos que la guerrilla salvadoreña está enfrentando y seguramente resolviendo a su propia manera. Pero en el campo de la política internacional, también la guerrilla se enfrenta a un creciente reconocimiento del gobierno de El Salvador. Poco a poco, bajo la presión de Estados Unidos, y las giras de Napoleón Duarte algunos gobiernos han empezado a mostrar simpatías por el personaje que miran como el “reconciliador” de El Salvador. Bélgica e Inglaterra han ofrecido colaboración en el entrenamiento de oficiales del ejército oficial. Los ejércitos de Chile y Venezuela se suponen que están involucrados también en cierto tipo de entrenamiento en actividades de inteligencia. Y otros países que no sorprenden, como Taiwan, abiertamente han entrenado un significativo número de oficiales, así como Guatemala está prestando su propia colaboración.
En los mismos Estados Unidos, la forma en que se presenta la lucha de la guerrilla salvadoreña ha tomado un giro drástico. El calificativo de “terroristas” ha hecho carrera en los medios importantes, aunque aún se menciona citando a la administración. Pero se destaca por ejemplo en las primeras páginas algunas acciones en las que alcaldes y funcionarios pro gubernamentales fueron muertos por la guerrilla, y se reportó la muerte de algún niño –que en la lectura resultaba como un accidente de guerra–, pero que en los titulares aparecía como un crimen atroz. Luego vino la acción de los mariners, que cerró la boca a los pocos voceros públicos de la guerrilla en medio de la fobia “antiterrorista”.